Masculinidad tóxica y sexualidad
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Los hombres no lloran”, “No seas nenaza”, “Pareces maricón”, “Enséñale quien manda”… son algunos de los miles de ejemplos sobre cómo la masculinidad tóxica se establece en nuestras vidas como una mala hierba que nunca muere. Pero ¿qué es y cómo afecta a nuestra sexualidad?
La masculinidad tóxica engloba todos aquellos rasgos, comportamientos o actitudes que tradicionalmente se les han impuesto a los hombres, y que tienen intención de invisibilizar sus emociones, establecerlos como figuras dominantes, devaluar a las mujeres, y otros aspectos que son dañinos para ellos mismos y la sociedad. Estos valores, tales como la competitividad extrema, la violencia o la dominación, se extienden como un virus a todos los aspectos de sus vidas, incluyendo la sexualidad.
Uno de los ejemplos más claros es la defensa de la “virilidad”, que se mide en función de la cantidad de relaciones sexuales que tengas y la posición de poder que muestres en ellas. Los hombres deben tener un deseo y un historial de experiencias sexuales muy elevado para ganarse una falsa aceptación social. Asimismo, deben adoptar un rol dominante en ellas para ganarse el respeto de sus iguales, ya que los hombres de verdad no deben mostrar debilidad ni sumisión. Estas creencias son falsas y extremadamente dañinas, tanto para sí mismos como para las personas de su entorno y sus parejas sexuales/sentimentales.
Este tipo de masculinidad representa las consecuencias del trauma generacional y coloca a los varones jóvenes entre la espada y la pared: les educa en conductas perjudiciales que han mantenido sus referentes adultos, les presiona para cumplir unos estándares irreales con la promesa de ser respetados como “hombres”; pero les impide vivir su sexualidad y su vida con libertad, ya que si no cumplen con estas expectativas son juzgados. Es un juego sin vencedores.
En la masculinidad tóxica se premia la apatía, la competitividad extrema, la violencia como respuesta primaria, la dominancia, el sexismo y la agresividad, entre otras. Tapado con el velo de la tradición, estos valores negativos desembocan en problemas mayores que pueden llegar a arrastrar toda su vida, como la violencia sexual.
Tu vida íntima también se ve sesgada por este fenómeno. Por ejemplo, cuando hablamos del Punto P. La próstata es un punto de placer directo, y muchos hombres se niegan a explorarla porque está dentro del recto, y no quieren que los relacionen con prácticas homosexuales. Primero, ser homosexual no es un insulto; segundo, te estás perdiendo la oportunidad de intentarlo por mantener unos prejuicios sin sentido.
El sexo es un espacio de intimidad, confianza y conexión, donde la comunicación libre y sincera juega un papel fundamental. Si tus valores dictan que debes parecer impasible en todo momento y que la vulnerabilidad no tiene cabida en tu vida, tal y como hace la masculinidad tóxica, entonces el sexo real no es para ti. Con esto solo conseguirás ignorar las necesidades de tu pareja y descuidar las tuyas propias, así como tener relaciones insatisfactorias.
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Liberarte del yugo de la masculinidad tóxica es un paso más hacia una vida íntima más feliz, sana y plena. Estas son algunas de las concepciones erróneas más extendidas, pero debajo te dejamos nuestros consejitos para erradicarlas de raíz:
O La penetración es lo más importante, y la excitación sexual previa no es necesaria
El placer de la figura masculina siempre ha sido el foco. ¡No, no y no! El disfrute debe ser consentido y mutuo. No te centres en la penetración, se puede tener un sexo maravilloso sin incluirla. Aumenta la excitación poco a poco, para que ambas partes disfruten más la experiencia.
O Utilizar juguetes significa que el sexo conmigo no es satisfactorio
Los juguetes son aliados, no enemigos. Pueden ayudarte en el tonteo previo, pueden hacerte alcanzar el orgasmo, avivan el deseo, favorecen la complicidad… Son una ayuda extra para maximizar el disfrute.
O Mostrar mis emociones y mi vulnerabilidad me hace débil y me hace lucir sumiso
La comunicación es fundamental durante el sexo. Si algo te gusta, no te gusta, te hace sentir incómodo, quieres cumplir una fantasía, tienes una propuesta, quieres utilizar o dejar de utilizar un juguete… ¡lo que sea! Dilo. Habla desde la sinceridad y comunica tus necesidades, además de practicare escucha activa con tu pareja para que amb@s queden satisfechos con el encuentro sexual.
O El placer es unilateral. Cuando yo llego al clímax, se acabó el sexo
Como ya dijimos, el placer debe ser mutuo y consentido. No te centres en llegar primero al orgasmo, concéntrate en las sensaciones de tu cuerpo y en que ambas partes de la pareja se sientan a gusto en todo momento. Si tú alcanzas el orgasmo, pregunta a tu pareja si quiere continuar. Puedes utilizar la lengua, las manos o juguetes.
O Utilizar vigorizantes, como pastillas o cremas, es insultante para mi hombría
Esta también la hemos escuchado hasta la saciedad. No tener una lívido elevada no significa que tengas un problema sexual. Hay días en los que los niveles de excitación no son lo suficientemente elevados, y el estrés del día a día influye directamente en las erecciones. Igualmente, padecer disfunción eréctil no te hace menos hombre: igual que las mujeres podemos necesitar ayuda extra para lubricar, los hombres pueden necesitar un empujoncito.
Nunca es tarde para dar un paso atrás y reflexionar sobre nuestro bienestar. ¡Libérate de las cadenas de la masculinidad tóxica y descubre un mundo de placer sin prejuicios!